Blogueras por el mundo... Andorra (2ª parte)

Este es Frasques. A primera vista me pareció frio. Su color negro le daba un aspecto distante. Pese a todo, a mi no me engañó. Sabía que detrás de esa apariencia se escondía el complemento perfecto con el que me gustaría pasar el resto de mi vida.  Inmóvil frente a él, temí el momento en que mi mano diera la vuelta a la etiqueta sin contemplación. Todo sucedió en cuestión de segundos. Frasques me mostraba altivo su elevado coste y pese a que yo le dediqué mi más dulce sonrisa y puse en práctica los trucos que daban en un reportaje de la tele, sobre el poder de la mente, no conseguí que la etiqueta cambiara sus 3 cifras, es más, ni siquiera que empezara por 1, vaya chasco con el mentalista...

Fue entonces cuando decidí continuar mí tarde de compras sin Frasques. No podía permitirme ese gasto. Nunca había sido una niña caprichosa, y pese a que me encantaba, no estaba dispuesta a cambiar. Tras dejarle una de las propagandas que llevaba  en la mano como señal de mi amor, continué mi visita por Kipling, La perla, Misaki,... Tras 15 minutos andando, aún no sé cómo terminé en Casio. Millones de relojes dorados se mostraban ante mí. Esta vez no era yo la que se dislocaba el cuello mirando fíjamente un objeto de deseo. Era mi día de suerte y los relojes me llamaban cual canto de sirenas. Su canto melodioso me condujo hasta

                              


(...) Siempre he sido muy enamoradiza, así que no me costó cambiar a Frasques por él. Mi acompañante apareció con una sonrisa y en tan solo 3 segundos, pronunció las palabras mágicas, ¿lo quieres? Era rosa, no era vintage y no tenía el glamour de algo que vale más 3 cifras, lo sé, pero éste me juró amor eterno nada más verme y yo no estaba para más desengaños ... Nunca he sido caprichosa, pero en ese momento descubrí, que nunca es tarde si la dicha es buena, ¿qué pensáis?